Puerto de Sancti Spiritus

Sobre
el sudoeste del Departamento de San Jerónimo, Provincia de Santa Fe,
está ubicada la localidad de Gaboto, un pequeño poblado de algo más de
2500 habitantes, en las afueras de la población se encuentra un parque
arqueológico y un museo estatal, denominado Sancti Spiritu.
Esta
construcción es la réplica del primer asentamiento europeo sobre
tierras argentinas, la fundación de dicho fuerte se produjo el 9 de
junio de 1527 por orden de Sebastián Gaboto. En septiembre de 1529 fue
incendiada y destruida, según algunas versiones culpan a los Querandies y
otras a los Timbues.
Mientras un número de escritores indican
que fue consecuencia del mal trato que recibieron los indígenas por
parte de la población europea, historiadores como don Gregorio Funes en
su libro “Ensayo de la historia civil de Buenos Aires, Tucumán y
Paraguay”, o Pedro de Angelis en su “Colección de obras y documentos
sobre la historia de las provincias del Río de la Plata” realizan un
relato un poco mas novelesca dentro de un drama romántico, lo que lleva
al cacique Marangoré, atraído por los encantos de una mujer cuyo nombre
era Lucia Miranda a atacar y destruir la población.
Así sucedieron los hechos, según la versión de estos dos autores.
El
3 de abril (el 5 según otras fuentes) de 1526 leva ancla desde el
puerto de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz una flota compuesta por 4 naves,
las “Trinidad”, “Santa María”, “San Gabriel” y la goleta “Santa
Catalina” y 600 hombres al mando del navegante, cartógrafo y astrónomo
Sebastián Gaboto, oriundo de Venecia con 40 años, con orden de “pasar a
las Malucas y tentara el descubrimiento de tharsis, Phir y Catayo”.
En
un viaje dilatado, escaso de víveres y con gente disgustada decide
cambiar de rumbo llegando al puerto de los Patos, en la actual isla
brasileña de Santa Catalina, en donde encontró a dos náufragos del viaje
de Solis, que les informaron de las supuestas riquezas del “Rey
Blanco”. Estos relatos provocaron el interés de Gaboto, que por su
cuenta, sin consultar a España, inicia el viaje al Rio de Solís, actual
Rio de la Plata, partiendo de la isla en febrero de 1527.
Remontó
este río hasta una isla que llamó de San Gabriel por haber llegado a
ella el 18 de marzo, día del santo. Cerca de la isla, en la que
denominaban Banda Oriental, se establecieron en un puerto que
denominaron San Lázaro y que resulta así ser el primer asentamiento en
esta parte de América.
En el transcurso de la expedición se había
encontrado con el grumete Francisco del Puerto, único sobreviviente de
la expedición de Juan Díaz de Solís, quien se ofreció para señalarle el
camino hacia la ambicionada Sierra de la Plata, que en realidad quedaba
en la aún no conquistada región del Perú y Alto Perú. Decide entonces
dejar en mayo a las naves “Trinidad” y “Santa María” con treinta hombres
al mando de Antón de Grajeda para que construyera un fuerte más seguro
en lo que se llamaría San Salvador, también en la Banda Oriental. El
veneciano parte con cerca de 200 hombres en la “San Gabriel” y la goleta
“Santa Catalina”, navegando por el río Paraná de las Palmas hasta la
desembocadura del río Carcarañá.
En la margen izquierda del río
Carcarañá, sobre una barranca saliente de seis metros de alto, en el
ángulo que forma este río con el río Coronda se detuvieron el 27 de mayo
y fundaron el fuerte Sancti Spiritu, cerca del río Paraná. Allí
levantaron además 20 casas, convirtiéndose en la primera población
blanca del actual territorio argentino.
Los trabajos de construcción
del fuerte quedaron terminados el 9 de junio de 1527, fiesta católica de
la Pascua de Pentecostés, lo que explica el nombre, en latín, de Sancti
Spiritu (Espíritu Santo) con que lo designó Gaboto. El fuerte levantado
sobre la barranca estaba rodeado por un foso de tres metros de ancho
por cuarenta de largo, formando un semicírculo con una empalizada de
palos a pique. Tenía dos torreones y en su interior una casa de tapias
de madera y techo de paja que servía de cuartel general.
Construyeron
además un bergantín, y el 23 de diciembre, después de nombrar a
Gregorio Caro capitán del fuerte y dejarle treinta hombres para
defenderlo, Gaboto partió aguas arriba por el río Paraná.
Escribe
Gregorio Funes “Los aborígenes vecinos a la fortaleza eran los timbúes,
gente mansa, dócil y sensible al dulce placer de la amistad. A
beneficio de estas prendas sociales y del buen trato de los españoles se
mantenía este puesto en perfecta tranquilidad”.
En septiembre de
1529 gobernaba el fuerte el alcalde Ñuño de Lara, noble hidalgo dotado
de prendas singulares: era cariñoso, afable, circunspecto, prudente,
respetable, mandando con el dulce imperio de las obras que facilitan y
vencen las dificultades. Mantenía una severa disciplina, inspirando en
sus corazones humanidad y clemencia con los indios: á estos conservaba
en mutua correspondencia, rescatando de ellos los alimentos, sin lesión
de la equidad y justicia. Todo prometía bonanza, y aseguraba hermandad
incontrastable por muchos años. Así sucediera si la furia de una pasión
no lo convirtiera todo en cenizas.
Marangoré, cacique de los
Timbúes, á pesar de ser un bárbaro, no pudo resistir los tiros
inflamados del amor. Había entre los españoles una dama llamada Lucia
Miranda, mujer del valeroso Sebastián Hurtado, y esta era la que á los
principios con su agasajo, inocentemente, abría en el bárbaro una
herida, que jamás había de curar. Lucia con suma discreción procuraba
ocultarse de sus codiciosas miradas, esconder unos ojos cuyas chispas
habían producido tanto incendio.
Deseoso de tomar a Lucia, ya por
la fuerza, llamo á consejo á su hermano Siripo, para buscar un aliado
para realizar el ataque al poblado, luego de una dura discusión entre
ambos y para evitar la acusación de cobarde, Siripo acepta formar parte
del ataque cuyo objetivo era matar a todos los españoles excepto a
Lucia.
Espero el momento en que una comisión de 50 hombres al
mando del capitán Rodríguez Mosquera partiera por unos días en buscar
víveres para la guarnición, entre estos hombres se encontraba Hurtado,
esposo de Lucia. De esta manera la población quedaba extremadamente
debilitada.
Marangoré reunió un grupo de 4000 hombres que los
dejo cerca del fuerte, con la orden de atacar por la noche. El entre
tanto, seguido de treinta soldados escogidos y cargados de
subsistencias, llegó hasta las puertas del baluarte: ofreciendo las
provisiones que llevaban sus vasallos para socorro de la necesidad que
se padecían, esto fue recibido con agrado por Lara, ingenuo al ver que
llegaba la noche y al estar el cacique lejos de su tribu le ofreció
pasar la noche dentro del fuerte.
Acobijado en unos mismos techos
y mezcladas una gente con otras, cenaron y brindaron muy contentos
hasta que el cansado del festín llevó a la población e invitados a
descansar. El sueño oprimió á los españoles y los dejó á discreción del
asesino. Marangoré realiza las comunicaciones mediante señas e inicia
el ataque, hizo prender fuego á la sala de armas, abrió á su tropa las
puertas de la fortaleza, y todos juntos cargaron sobre los dormidos,
haciendo una espantosa carnicería. Los pocos españoles, como Pérez de
Vargas y Oviedo, que pudieron lograr sus armas, vendieron muy caras sus
vidas. El comandante Lara con un valor increíble repartía en cada golpe
muchas muertes, en la desesperada lucha respirando estragos y venganza
buscaba desesperadamente con los ojos á Marangoré; al punto mismo que lo
vio, se abrió paso por entre una espesa multitud, y aunque con una
flecha en el costado, no paró hasta que la hubo enterrado su espada
entera en el cuerpo del cacique. Ambos cayeron muertos; pero Lara con la
satisfacción de haber dado su último suspiro sobre el bárbaro, y saber
que en adelante no gustaría el fruto preparado por la más vil de las
traiciones. Ninguno escapó con vida en esta borrasca, á excepción de
algunos niños y mujeres, entre ellas Lucia Miranda. que quedó en libre
cautiverio de Siripo, hermano de Marangoré, sucesor suyo en el gobierno.
Todos
fueron llevados ante presencia de Siripo el sucesor de Marangoré. El
nuevo cacique en el momento que vio á Lucia comprendió que aquella
cautiva haría el dulce destino de su vida. Se arrojó á sus pies, y le
aseguró que era libre, siempre que condescendiese en hacer felices sus
días. Pero Lucia con un aire severo y desdeñoso rechazó su proposición, y
prefirió la esclavitud.
La expedición al mando de capitán
Rodríguez Mosquera volvió al siguiente día de la desgracia sucedida en
el fuerte. Sebastián Hurtado, marido de Lucia, la busco entre los
cadáveres, y al no hallarla, escapo hasta la población de los Timbues,
para rescatar á su cautiva esposa llegando hasta la presencia de Siripo.
El nuevo cacique Timbúe al verlo no dudo en decretar su muerte
en forma inmediata. Lucia desesperada suplico a favor de su marido.
Ella consiguió la revocación de la sentencia; pero bajo la dura
condición de que eligiese Hurtado otra mujer entre las doncellas
Timbúes, y que en adelante no se tratasen con 'las licencias de la unión
conyugal”. Acaso por ganar partido en el corazón de Lucia, tuvo Siripo,
la humana condescendencia de permitirles que se hablasen.
Corría el
año de 1532, cuando el cacique Siripo los sorprendido a ambos juntos.
Cargado de ira mando a la hoguera a Lucia y Sebastián es amarrado á un
árbol, y hecho el blanco de las flechas.
Los demás españoles,
finalizado la sepultura de las víctimas del ataque, abandonaron el
fuerte, y embarcados siguieron el curso de su fortuna, ya desgraciada, y
de costa en costa, á vista siempre de tierra, llegaron á las cercanías
de San Vicente, colonia lusitana en el Brasil. Allí levantaron unas
chozas, y aliados con los portugueses se mantuvieron poco más de año en
buena correspondencia.