EL ESPEJO
Aquella tarde el camino se hizo más corto de lo acostumbrado
, cuando salí de la guardia, pensaba desaprensivamente , en la signada
melancolía de la vida, y en uno que otro de mis pacientes arrastrando a veces
lo irremediable y como contrarrestar ese destino incierto. Por allí al borde
del camino encontré un espejo, semihundido, entre otros tantos cacharros lo
descubrí , lo revise , solo delataba suciedad y un atractivo diseño veneciano,
con guirnaldas y flores en el marco resaltaba su antigüedad. Un barníz , una buena limpieza y quedaría como nuevo , y
me lo lleve. Desde el momento que lo levanté, sentí que no solo llevaba un
espejo, tenía entre manos el trabajo de ebanistas, de orfebres, grabadores, una
pequeña obra de arte abandonada por imperio de la moda, lo guardé en la
biblioteca , en aquel desorden de libros , carpetas, cajas y apuntes pasó
desapercibido. La convalecencia de la tía Rosalía me desanimo un poco, y hubo
que internarla, cuando nos veíamos en el Hospital con los ojos me decía todo y
al despedirme, me recordaba que sus rezos nocturnos, eran para mi buena
fortuna. Acostumbrado, a todos estos avatares, no era mucho el tiempo, que
transcurriría para alejarnos definitivamente el uno del otro. No podía quejarme,
Rosalía, me adoptó como un hijo y gracias a ella siempre tuve una infancia
feliz, su amor intenso, y sus frases más que sus consejos, me marcaron el rumbo,
fue siempre cautivante escucharla, ¡que espíritu libre! Todo o casi todo
conocía. Sus amigos del Hospital de Clínicas, donde se jubiló, llegaron
infaltables, uno a uno a despedirla y en ese encuentro de colegas descubrí
muchas anécdotas que tenían a mi tía Rosalía como protagonista, cuando
sentó en el comedor a unos perros
sobrealimentados que se negaron a comer lo que servía la concesionaria, las emergencias,
o el nacimiento en el ascensor y ella llevando la criatura a la sala de parto
envuelta en su guardapolvo, miré comprensivamente hacia un rincón, donde su novia desolada no tenia consuelo…Aquel
sábado de agosto a las 16 horas cuando
la tía Rosalía, nos abandonaba definitivamente, Los Pumas jugaban en Mendoza
con los Springboks y por razones inexplicables en la biblioteca donde estaba el
espejo se produjo un revuelo, se habían caído unos libros, y el espejo ya no
estaba sobre las cajas y descansaba intacto en el medio de la habitación, le
saque unas cajas que lo cubrían y lo
deje a un costado. Unas semanas después, lo barnice, limpie sus molduras, los
bellos gondolieri y sus relieves armonizaban con unas flores, que remataban en
la base, y hojas muy bien dispuestas rodeaban el marco, cambie los soportes,
limpié el vidrio del espejo que también llevaba grabado a diamante, y por un
orfebre muy práctico, dos carrozas enfrentadas y dos esbeltos caballos
ornamentados con penachos, en la parte posterior, sobre la plata amoniacal, apenas
se distingue una fecha, 24de junio de 1866. Sobre una pared en la entrada del
departamento, al lado de un perchero y un paragüero quedó esplendido. Pero a
partir de aquel día, no he podido dormir apaciblemente, algunos ruidos me
sobresaltan, a veces son sensaciones de frío, otras de calor intenso, y me
levanto, y antes de encender la luz del pasillo veo sombras que bajan la
escalera del otro lado de la puerta. Pero ya estoy decidido, han puesto un
contenedor en el edificio de la esquina, mañana a primer hora, lo dejo entre
los desperdicios, compro un espejo nuevo, mucho más grande y libre de reflejos
del pasado.


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